jueves, 28 de agosto de 2014

Cerrado por vacaciones

Nos tomamos unas vacaciones y vamos a cerrar temporalmente, pero volveremos con más biografías y noticias acerca de la monarquía.

martes, 5 de agosto de 2014

Humberto I de Saboya

Grabado de Humberto I

          Humberto I (980-1047/1048), llamado Mano Blanca (en italiano: Umberto Biancamano; en francés: Humbert Blanches-Mains) para designar su generosidad. Fue el primer Conde de Saboya a partir de 1032, cuando el condado de Vienne, que fue vendido recientemente a la archidiócesis de Vienne, fue dividido entre el condado de Albon y el de Maurienne. Humberto procedía de la nobleza, posiblemente de Sajonia, de Italia, de Borgoña o de Provenza, naciendo él mismo en Maurienne. Era hijo de Amadeo, quizás conde de Maurienne, y hermano mayor del obispo Otto de Belley.
          Los orígenes de la dinastía de Saboya son desconocidos, aunque los antepasados de Humberto, como ya dijimos, provienen de la casa de Sajonia, Borgoña o Provenza. Esto viene de la estrecha relación qu mantuvo Humberto con Rodolfo III de Borgoña, probablemente un familiar suyo, y quizás descendiente de los duques de Vienne, o de los Guigonids (una familia aristocrática de Borgoña y antepasados de los condes de Albon).
          Durante las guerras entre Rodolfo III de Borgoña y Enrique II del Sacro Imperio Romano Germánico, Humberto apoyó al último con provisiones y soldados, pues estaba unido a la familia imperial por su matrimonio. Así, en 1003, el emperador le nombró Conde de Aosta, una región montañosa en la parte de Borgoña (hoy dentro de Italia), y le concedió el norte de Viennois como recompensa. Humberto protegió alternadamente el flanco derecho del ejército de Enrique durante la invasión de Italia (1004).
          Las tierras de Humberto eran esencialmente autónomas después de la muerte de Enrique. Su inaccesibilidad y su menor importancia las llevaron a ser pasadas por alto. En 1032, Humberto recibió Maurienne, su país nativo, del emperador Conrado II, a quien había ayudado en sus campañas italianas contra Ariberto, arzobispo de Milán.

          Humberto I estuvo casado con Ancile, aunque se desconoce quien de las tres siguientes pudo ser la esposa:

  1. Ancile Aosta (o Ancilia, Ancilla, Auxilia), hija del rector de la abadía secular de San Mauricio de Agauno, que parece más probable, dada la fuerte relación de la casa de Saboya con la abadía.
  2. Ancile Lenzburg (o de la Ancilla Lensbourg) (974-?), Hija de Arnold Von Schanne, maestro de ceremonias de la Casa de Borgoña.
  3. Ancile Nyon, hija de Anselmo Nyon.

          De todas formas podemos casi afirmar que se trataba de Ancile Lenzburg con la que tuvo, al menos, cinco hijos:

  1. Amadeo I, el sucesor.
  2. Aimone (ha. 1023-1054 o 1055), Obispo de Sion.
  3. Burchard (ha. 1023-1068 o 1069), Prior de San Mauricio d'Agaune y después Arzobispo de Lyon.
  4. Otto I, sucesor de su hermano Amadeo.
  5. Adelaida de Turín (ha. 1025-?), casada con Guigues de la Vieja (1000-1070), conde de Albon y Grésivaudan.
          Otros historiadores en cambio piensan que pudieron tener más hijos.

Tumba de Humberto I en la Catedral de Saint-Jean-de-Maurienne

lunes, 4 de agosto de 2014

Encuentran una escultura de los hijos de Cleopatra y Marco Antonio

          Otra noticia que salió en RedHistoria por Víctor Muñoz Fernández el 23 de abril del 2012.

          La egiptóloga Giuseppona Capriotti, miembro del Consejo de Investigación Nacional de Italia (CNR), afirmó el viernes que identificó una escultura de piedra arenisca (descubierta en 1918 cerca del templo de Hator, en Dendera), a los hijos mellizos de Cleopatra y Marco Antonio, datada entre los años 50 y 30 a.C.


          Se trata de una obra de poco más de un metro de altura que representa la figura de un chico abrazando a la de una chica.
          Según la experta, esta estatua representaría a Alexander Helios y a Cleopatra Selena II, los hijos mellizos de la pareja. Hasta ahora, la única obra que representaba a los infantes es una escultura de Selena.
          La famosa relación entre Cleopatra y Marco Antonio también tuvo como fruto otro chico,Ptolomeo Philadelphus. Los tres niños fueron llevados a Roma después del suicidio de los amantes y puestos a cargo de la hermana del emperador Octavio Augusto, Octavia. La mujer era también la viuda de Marco Antonio, por lo que aceptó a los descendientes de su fallecido marido de forma positiva. Años después, Octavio arregló el matrimonio de Selena con Juba II de Mauritania pero se desconoce qué pasó con los otros dos hermanos.
          Capriotti cuenta que el niño tiene un disco solar en su cabeza, en tanto que la niña cuenta con una media luna y un disco lunar. Las serpientes, tal vez dos cobras, también serían diferentes, una representando al sol y otra a la luna. Ambos discos están decorados con el Ojo de Horus, un símbolo común en el arte egipcio.


          Por desgracia, los rostros no están bien conservados, pero podemos ver que el niño tiene el pelo rizado y una trenza en la parte derecha de la cabeza, típico de los niños egipcios. El cabello de la niña está dispuesto de una forma similar al conocido como ‘peinado de melón’, a menudo asociado a la dinastía ptolemaica y con Cleopatra en particular”, añadió la experta.
          Si estos son verdaderamente los hijos de Marco Antonio y Cleopatra, sería la primera representación de los dos juntos que se ha descubierto.

Los gemelos de Cleopatra y Marco Antonio

          Es traigo una noticia que salió el 20 de abril del 2012 en el periódico digital Público.es.

Hallada en un grupo escultórico del Museo de El Cairo la única representación de hijos que tuvieron la reina egipcia y el general romano


          El Consejo Nacional de Investigación Italiano (CNR) anunció hoy el hallazgo en un grupo escultórico conservado en el Museo de El Cairo de la única representación de los gemelos, niño y niña, fruto de la relación que tuvieron la reina egipcia Cleopatra VII y el general Marco Antonio.

          El hallazgo lleva la firma de la egiptóloga italiana Giuseppina Capriotti, quien trabaja para el CNR, y que, en declaraciones a EFE, explicó que se trata de la única imagen que se ha encontrado hasta ahora de los gemelos, Cleopatra Selene II y Alejandro Helios.

          Caprioti explicó cómo después de varios años de investigación ha podido publicar un estudio en el que se prueba que los dos niños que aparecen en este grupo escultórico, abrazados y con el sol y la luna sobre sus cabezas son los gemelos que tuvo Cleopatra y que Marco Antonio reconoció como sus hijos.

          La escultura que representa a los gemelos desnudos, mide cerca un metro y fue encontrada en un templo dedicado a la diosa Hathor en la ciudad de Dendera y en ellas se puede observar a un niño con el pelo rizado corto y una trenza lateral típica de los pequeños egipcios de la época, mientras que la niña lleva un recogido con un moño que recuerda al peinado con el que se representa a Cleopatra.

          La profesora basa sus investigaciones tanto en consideraciones del tipo iconográfico, ya que la escultura puede ser fechada en el periodo del reinado de Cleopatra VII por los detalles estilísticos que aparecen, como desde el punto de vista simbólico. Sobre la niña aparece el símbolo de la luna, que se identifica con el nombre que la pusieron sus padres, Cleopatra Selene, mientras que sobre el niño aparece un sol, que representa su nombre, Alejandro Helios.

          "En Egipto la luna era un símbolo para los varones, y el sol para las mujeres, pero hay que tener en cuenta la contaminación cultural griega en la relación de Cleopatra con Marco Antonio", destacó Capriotti. La profesora explicó además como "lo nombres se dieron a los dos niños cuando Cleopatra viajó a Antioquia a ver a Marco Antonio y este les reconoció como sus hijos, porque habían nacido antes del matrimonio, y en ese periodo hubo un eclipse que pudo inspirar el nombre de los niños y de ahí también que se representen abrazados".

          Del amor entre Cleopatra y el triumviro romano en el 40 a.C, nacieron tres niños, primero los mellizos y después Tolomeo Filadelfo, pero la única imagen que se tenía de todos ellos era la del rostro de Selene, que fue casada con el rey africano Juba II de Numidia, en Roma, en una moneda y en una escultura.

          Sin embargo, de sus hermanos no existía ninguna representación y tras el suicidio de sus padres, tanto Alejanddro Helios como Tolomeo "seguramente tuvieron un triste destino", apuntó la egiptóloga del CNR, que recordó como las posteriores dinastías pudieron acabar con todas las representaciones iconográficas de los herederos de Cleopatra.

domingo, 3 de agosto de 2014

Documentales sobre la Dinastía Romanov de Rusia

          Hoy os traigo un documental muy bueno que he encontrado hoy en Youtube acerca de la dinastía de los Romanov en Rusia desde Miguel III hasta Nicolás II, titulado: Романовы. / The RomanovsLos documentales, en ocho episodios, fueron realizados por Star Media en el 2013 y, aunque están en ruso, podéis ponerles subtítulos en inglés. Espero que os gusten y que aprendáis tanto como yo he aprendido.

Episodio 1


Episodio 2


Episodio 3


Episodio 4


Episodio 5


Episodio 6


Episodio 7


Episodio 8

Agustín de Iturbide y Green (1867-1925)

      

          Agustín de Iturbide y Green nació en Washington (Estados Unidos) el 2 de abril de 1863, siendo el único hijo de Ángel de Iturbide (quinto hijo del emperador Agustín de Iturbide de México) y de su esposa Alicia Green, que era estadounidense.
          Tras la muerte del Príncipe Imperial, Agustín Jerónimo de Iturbide, la sucesión pasó a su hermano, Ángel. Este abdicó sus derechos al trono en favor de su único hijo, Agustín de Iturbide y Green, a petición del entonces emperador de México, Maximiliano I.


          El nuevo emperador, que no tenía descendencia, tenía el objetivo de unificar la dinastía del primer imperio, los Iturbide, con la del segundo, los Habsburgo, por lo que tomó, el 16 de septiembre de 1865, bajo su tutela como heredero a Agustín, de tan solo tres años, otorgándole el título de Príncipe de Iturbide y colocándolo en la línea de sucesión. Al mismo tiempo, también fue tomado bajo tutelaje su primo Salvador de Iturbide y Marzán, de dieciséis años, siendo hijo del octavo hijo de Agustín I, otorgándole el mismo título. Esta tutela fue compartida por su tía paterna, Josefa de Iturbide y Huarte, hija de Agustín de Iturbide, siendo los tres únicos miembros de la familia Iturbide que tuvieron el permiso de vivir en México.


          Desde su nacimiento hasta 1865, Agustín tuvo una vida normal y corriente. Es ese mismo año cuando fue adoptado por Maximiliano I, sin descendientes y con el fin de entablar relaciones con el Primer Imperio, apoyado por los mexicanos conservadores y por el gobierno de Francia. Al tiempo que Salvador era enviado a Europa a estudiar, Agustín permaneció al lado de los Emperadores, los cuales se encargaron, junco con la Princesa Josefa, de su educación.


          En 1867 fue abolido el Segundo Imperio Mexicano, por lo que sus padres biológicos lo enviaron a Inglaterra a estudiar, regresando posteriormente a Estados Unidos para estudiar en la Universidad de Georgetown. Allí se graduó en filosofía y regresó a México para seguir la carrera militar en el ejército mexicano, convirtiéndose en la figura principal del movimiento monárquico ya que muchos se oponían a la dictadura del presidente Díaz.


          Debido a la publicación de su disconformidad con el régimen dictatorial del General Porfirio Díaz, Agustín fue arrestado y hecho prisionero por sedición durante once meses. Una vez liberado, fue expulsado del país al exilio, motivo que lo llevó a tener dos crisis nerviosas al creer que lo podrían asesinar. Posteriormente regresó a la Universidad de Georgetown, donde fue profesor de francés y español.

Retratos de Agustín de Iturbido junto con su madre, Alicia Green

          En su vida amorosa, Agustín se casó en 1894 con Lucy Eleanor Hatchett (1862-1940), pero no funcionó el matrimonio. Nuevamente se vuelve a casar en 1915 con María Luisa Kearney (1872-1967), una señorita de la sociedad de Farifax (Virginia). En ninguno de los dos matrimonios Agustín tuvo descendencia.

Cripta de Agustín con su abuela, la emperatriz Ana María Huarte, y sus tres tíos, 
el príncipe Agustín y la princesas Sabina y María de Jesús.
Iglesia de San Juan Evangelista, Fildelfia

          Finalmente, el 3 de marzo de 1925 Agustín murió en Washington, siendo sus restos sepultados en la iglesia de San Juan Evangelista de Filadelfia. A su muerte y sin descendencia, María Josefa de Iturbide y Mikos, hija del príncipe Salvador, fue nombrada su heredera como Jefa de la Casa Imperial de Iturbide.



Bibliografía

Mayo, C. M.: "The Last prince of the Mexican Empire", publicado en el 2009 y traducido al español en México en el 2010.

jueves, 31 de julio de 2014

La Monarquía: Conceptos y recorrido histórico (III)

          Según la teoría política se pueden entender varios tipos de regímenes monárquicos:

Monarquía absoluta

          La monarquía absoluta es una forma de gobierno en la que es el monarca quien ejerce el poder sin restricciones en términos políticos, y en la mayor parte de los casos, también en los aspectos religiosos, o al menos con una gran componente espiritual. El lugar y el periodo histórico en que surge el modelo que se designa con ese nombre (Europa Occidental durante el Antiguo Régimen, particularmente la monarquía francesa de Luis XIV en torno a 1700) no impide que puedan considerarse rasgos muy similares en otros momentos y lugares, y con otros títulos de realeza (emperador en distintas entidades políticas, basileus en el Imperio Bizantino, zar en Imperio Ruso, etc.).
          Rasgo distintivo de la monarquía absoluta es la no existencia de división de poderes: el Soberano es a la vez cabeza del gobierno, principal órgano legislativo (su voluntad es ley) y cúspide del poder judicial ante el cual se puede solicitar la revisión de los jueces inferiores. Como justificación ideológica, se entiende que la fuente de todo poder (Dios, según la teoría del derecho divino de los reyes) se lo transmite de forma completa. Sin embargo, en términos prácticos, no significaba realmente que un rey absoluto pudiera ejercer un poder absoluto entendido como ejercicio total del poder en toda circunstancia y sin intermediación.

Monarquía constitucional y monarquía parlamentaria

          Históricamente, las limitaciones al poder de los monarcas surgen en Europa a partir de la crisis del Antiguo Régimen, que en algunos casos condujo a la supresión de la monarquía y la constitución de repúblicas (caso de Francia durante la Revolución Francesa entre 1791 y 1804 o de Inglaterra durante la Revolución Inglesa entre 1649 y 1660) mientras que en otros el rey acepta ceder parte de su poder y compartirlo con representantes elegidos.
          Si la cesión es por la mera voluntad del rey, no se considera una verdadera constitución, sino una carta otorgada (caso de Francia en la Restauración entre 1814 y 1830). Las verdaderas monarquías constitucionales son aquellas en que se define el principio de soberanía nacional, aunque se la haga residir no el del pueblo (soberanía popular) sino, por ejemplo en las Cortes con el Rey (constitución española de 1845 y de 1876). El rey retiene así gran parte del poder, determinando un reparto de funciones en las que, principalmente, controla el poder ejecutivo.
          En la monarquía parlamentaria, el gobierno es responsable ante el Parlamento, que es inequívocamente el depositario de la soberanía nacional. Aunque el rey mantenga algunas competencias (más bien formales), como la capacidad de designar un candidato a la presidencia del gobierno, que no obstante no alcanzará el nombramiento hasta no obtener la confianza del parlamento.
          El rey sigue siendo el jefe de estado, inviolable e irresponsable en el ejercicio de su cargo, y ostenta la más alta representación de la nación en las relaciones internacionales, aunque sus poderes son prácticamente simbólicos. Suele resumirse en la expresión el rey reina, pero no gobierna (expresión debida a Adolphe Thiers) Cualquiera de sus actos oficiales ha de ser respaldado por el gobierno, sin cuyo consentimiento no puede efectuarlos.
          El ejemplo clásico de monarquía parlamentaria es el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte (desde la Revolución Gloriosa de 1688), que además no posee una constitución codificada sino un corpus de leyes y prácticas políticas que conforman su constitución. Se han dado algunos casos que comprometen las funciones de un rey en una monarquía parlamentaria, como fue la objeción de conciencia de Balduino I de Bélgica (que suspendió temporalmente sus funciones para no firmar la ley del aborto en 1990), o la intervención de Juan Carlos I para impedir que la mayoría del ejército se sumase al Golpe de Estado en España de 1981 (en un momento en que tanto el Gobierno como el Congreso de los Diputados estaban secuestrados). La Constitución Española de 1978 (que define el sistema político como monarquía parlamentaria) reserva al rey la jefatura suprema de las Fuerzas Armadas de España. En algunos textos se habla de la existencia de un poder arbitral que sería el que ejercería el rey.

Monarquías híbridas

          A lo largo de la historia han existido sistemas de gobierno a medio camino entre la monarquía absoluta y la constitucional, en donde el monarca se ve obligado a ceder parte de su poder a un gobierno en ocasiones democrático, pero sigue manteniendo una importante influencia política. La evolución ha sido muy diferente según los países, y depende del derecho comparado. Sin embargo, los monarcas de países árabes tales como Marruecos siguen ostentando casi todo el poder en sus manos.
          Además de eso, existen monarquías de otros momentos históricos como la de los regímenes feudales, en las cuales el monarca es un señor feudal más. Su poder se limita a su feudo y a las relaciones de vasallaje existentes con nobles inferiores. En estos casos la monarquía se asemeja a una aristocracia, por la disolución del poder entre la nobleza.

Situación actual de las monarquías

          Suele insistirse en la idea de que el mantenimiento de la monarquía en la actualidad obedece a su papel como símbolo de la unidad nacional frente a la división territorial y su poder arbitral frente a los distintos partidos políticos. Cuando es el caso que el régimen político es democrático, reconociéndose la soberanía popular, el monarca pasa a ser la figura en la que se encarna el cargo de Jefe del Estado de forma vitalicia y hereditaria, con lo que su papel es fundamentalmente simbólico y representativo.
          Esta definición es la que se suele identificar con las monarquías europeas, entre las que están las monarquías parlamentarias del Reino Unido, España, Noruega, Suecia, Dinamarca, los Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo. También existen tres microestados con monarquía (Liechtenstein, Mónaco y Andorra) y una monarquía electiva teocrática (Ciudad del Vaticano).
          Entre los países árabes las monarquías tienen distintos grados de apertura a la representación popular, mayor en Marruecos o Jordania y muy restringida en Arabia Saudita o los emiratos del Golfo Pérsico (Kuwait, Bahrein, Qatar, Emiratos Árabes Unidos y Omán), Malasia (con monarquía rotatoria entre los diferentes sultanes) y Brunei; excepto los dos primeros, todos ellos países que pueden calificarse de “petroestados” y muchas veces tildados de plutocracias. Bután es la única monarquía del Subcontinente Indio, tras la reciente abolición de la monarquía en Nepal (2008); Japón (equiparable a las monarquías europeas), Thailandia y Camboya son las restantes monarquías de Extremo Oriente. En algunos pequeños estados africanos (Lesoto y Suazilandia, enclavados en la República Sudafricana) siguen manteniéndose monarquías tradicionales.
          Un papel especial en las relaciones internacionales es el que cumple la monarquía británica, que mantiene un vínculo personal con la Commonwealth (Comunidad Británica de Naciones), de varios de cuyos estados miembros continúa siendo el jefe de estado titular a pesar de que sean estados independientes. No es comparable el papel del rey de España en la Comunidad Iberoamericana de Naciones y las periódicas reuniones denominadas Cumbre Iberoamericana, pues en rango protocolario es equivalente a los demás jefes de estado.
          Un rasgo de las monarquías europeas (a veces considerado como una actualización o búsqueda de legitimación popular) ha sido la incorporación de plebeyos a las familias reales, y la continuada presencia en los medios de comunicación de masas, incluyendo los escándalos propios de la prensa especializada, con Grace Kelly (desde su boda en 1956) como pionera hasta Diana, Princesa de Gales (desde su boda en 1981 hasta su muerte en 1997). Otro ha sido la reconsideración del papel de la mujer en la monarquía, para equipararla con el varón en la sucesión, reforma que han iniciado las monarquías nórdicas. En España se ha llegado a consultar al Consejo de Estado la conveniencia de alterar la línea de sucesión al trono regulada por la Constitución de 1978.


Bibliografía

México tiene “familia imperial”

Los Götzen-Iturbide Franceschi viven en el exilio en Australia. Son descendientes de Agustín de Iturbide.

En 2011, el papa Benedicto XVI recibió con honores a
Maximiliano von Götezen-Iturbide, heredero del inexistente "trono de México".

CIUDAD DE MÉXICO, 7 de julio.- No únicamente España o el Reino Unidocuentan con una “familia real”. México también tiene la suya. Sólo que, en este caso, la “familia imperial” vive en el exilio. Además, no es considerada como tal en nuestro país, ante la inexistencia del “trono de México”, pero en Europa son tratados por la nobleza del Viejo Continente como “los legítimos herederos de la dinastía mexicana De Iturbide”.

  Se trata de la familia Götzen-Iturbide Franceschi, encabezada actualmente por el “príncipe imperial” Maximiliano, descendiente directo de Agustín de Iturbide, primer emperador mexicano y consumador de la Independencia del país.
        Maximiliano o Maximilien von Götzen-Iturbide está casado con María Anna de Franceschi, quien desciende de una línea de nobles croatas y venecianos. Tienen dos hijos nacidos en Australia: Fernando, actualmente de 21 años, quien sería el segundo en la línea de sucesión al “trono imperial”, y Emanuela, nacida en 1998.
          Perth, Australia, localidad que cuenta con poco más de un millón y medio de habitantes, en su mayoría inmigrantes, es la ciudad que alberga a los Götzen-Iturbide Franceschi. Maximiliano es empresario, gusta de practicar deportes, como la equitación y el esquí, y participa en competencias de yates.
          Su hijo mayor, el príncipe Fernando Leopoldo, fue educado en el exclusivo y prestigioso instituto suizo Le Rosey. Está interesado en la historia mexicana y estudia actualmente administración gubernamental en la Universidad de Georgetown.
          En la actualidad no existen registros sobre declaraciones relacionadas con México que haya realizado algún integrante de la familia imperial. Excélsior buscó a Maximilien y a Fernando para entrevistarlos, pero hasta el cierre de esta edición no se recibió respuesta por parte de los Götzen-Iturbide.
Don Maximiliano es el indiscutible jefe de la Casa Imperial de México y es heredero al trono, tanto por parte de la tradición Iturbide como por la Habsburgo. Él ha sido la cabeza de la Casa Imperial por cerca de 50 años, y es necesario aclarar que no está interesado en desempeñar algún papel político en México”, explicó el investigador Enrique Sada, quien es cercano a los Götzen-Iturbide.
          En México la monarquía no existe y la Constitución establece, en su artículo 12, que en el territorio nacional “no se concederán títulos de nobleza, ni prerrogativas y honores hereditarios, ni se dará efecto alguno a los otorgados por cualquier otro país”, por lo que en caso de que los Götzen-Iturbide arriben a México no se les reconocerían sus títulos nobiliarios.
          Sin embargo, la inexistencia de la monarquía en nuestro país no fue obstáculo para que, en 2011, Maximiliano Götzen-Iturbide fuera recibido en el Palacio Apostólico del Vaticano como el “legítimo heredero al trono de México” por Joseph Ratzinger, entonces papa Benedicto XVI.

LA TRAGEDIA DE UNA FAMILIA

          Al menos tres acontecimientos trágicos han marcado a la dinastía Iturbide. El fusilamiento de Agustín I en Padilla, Tamaulipas, tras su exilio y posterior retorno a México; la ejecución del emperador Maximiliano de Habsburgo, así como la muerte de María Josepha Sophia de Iturbide y Mikos de Tarrodhaza, abuela del actual “príncipe imperial”, en un campo de concentración comunista.
          En marzo de 1823, Agustín de Iturbide abdicó al Trono de México y se exilió en Italia. En México fue declarado traidor y fuera de la ley por el Congreso. Se dictaminó que si volvía al país se le debía fusilar inmediatamente, decreto que exhibía el temor de que el antiguo emperador retornara del exilio.
          Ignorando el decreto proclamado en su contra, Iturbide se embarcó junto con su familia a México para prevenir al gobierno sobre los planes de España para reconquistar el país. Desembarcó en Soto la Marina el 15 de julio de 1824. Ahí fue arrestado por Felipe de la Garza, y el Congreso local por votación casi unánime —dos diputados se opusieron— condenó a muerte por fusilamiento a Iturbide.
          Agustín de Iturbide fue fusilado en Padilla, Tamaulipas, el 19 de julio de 1824. “¡No soy un traidor, no!”, fueron las últimas palabras del primer emperador mexicano.
          “Estados Unidos, a diferencia de Inglaterra y el resto de América, no celebraron la obra y el genio del Libertador de México: la vieron con temor y desafecto. Iturbide les recordaba a Napoleón en todos los sentidos, según se desprende de las conversaciones entre Thomas Jefferson y el presidente James Monroe, pues sabían que un hombre así, ya como primer jefe, regente o emperador sería no sólo un estorbo para los planes expansionistas que tenían sobre México y Cuba, también les parecía una amenaza a su integridad territorial y a su sistema de gobierno”, aseguró el historiador Enrique Sada sobre la caída del Primer Imperio Mexicano.

Los restos mortales del primer emperador de México descansan 
en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México

          La nieta de Agustín de Iturbide, María Josepha, se convirtió en cabeza de la Casa Imperial de México en 1925, tras el fallecimiento de su tío, también de nombre Agustín.
          De acuerdo con el ya fallecido historiador español Juan Balansó, quien siguió la historia de la monarquía mexicana, doña María era muy modesta, piadosa y nunca busco desempeñar papel político alguno. Se casó en dos ocasiones y tuvo dos hijas. Su primer matrimonio fue en Hungría, el 12 de marzo de 1908 con el Barón Johann Nepomuk Tunkl, capitán de caballería del ejército imperial austro-húngaro. De este matrimonio nacieron dos hijas, María Ana Tunkl Iturbide, que permaneció soltera, y María Gisela Tunkl Iturbide, quien se casó en primeras nupcias en 1940 con el conde Gustavo Adolfo von Götzen y, en segundas, con Ottavio Stefano della Porta en 1959. María Gisela fue madre del conde Maximiliano Götzen-Iturbide, actual heredero al Trono de México.
          Al terminar la Segunda Guerra Mundial fue internada en un campo de concentración rumano junto con su segundo esposo, Charles de Garriere, acusados de “monárquicos y enemigos del pueblo”. Su heredero, según su testamento y con el consentimiento de sus dos hijas, fue su único nieto: Maximilien von Götzen-Iturbide.


UNIÓN IMPERIAL

          Fueron dos las oportunidades que tuvo la familia Iturbide para gobernar México: la primera, cuando por aclamación popular, tras la consumación de la Independencia, Agustín de Iturbide fue coronado como el primer emperador del naciente país.
          La segunda oportunidad surgió durante el Segundo Imperio, cuando Maximiliano y Carlota, al no poder tener descendientes, decidieron “adoptar” a los nietos del primer gobernante del México Independiente. Ahí surgió la historia contemporánea de los herederos de ambos imperios.
          Maximiliano de Habsburgo, emperador desde el 10 de abril de 1864 al 15 de mayo de 1867, “adoptó” a Agustín de Iturbide y Green, nieto del consumador de la Independencia y primer emperador de la naciente nación mexicana, Agustín de Iturbide, y a su primo Salvador.
          Fue idea del ex archiduque del imperio Austro-Húngaro el unir las casas Iturbide y Habsburgo en la figura del denominado Príncipe de Iturbide para asegurar el futuro del trono imperial de México.
          “Esta acción no nació de los instintos paternales de Maximiliano y no fue una adopción como tal. Fue un contrato bien pensado que negoció Carlota con la familia Iturbide, pero ella no firmó”, explicó Catherine Mansell a Excélsior.
          Según la investigadora, el segundo emperador de México aparece como cotutor, junto con Josefa de Iturbide, tía del niño, y lo hizo “como algo simbólico” con el objetivo de garantizar la permanencia del Imperio Mexicano.
          “La derrota de esta idea implicó la derrota del Imperio, pues los mexicanos prefirieron ser ciudadanos de una república que súbditos en una monarquía”, precisó Mansell.
          Consultada por este diario, Mansell Mayo detalló que los archivos del emperador Iturbide y su familia se encuentran ahora en Washington D.C., Estados Unidos, concretamente en la Biblioteca del Congreso y en la Universidad Católica e, incluso, las memorias de la esposa del Príncipe de Iturbide se encuentran aún inéditas.

 

EL PAÍS ARROPA A HIJOS DE REYES

          Nuestro país cuenta con varios compatriotas que nacieron con sangre azul, pues sus antepasados se enlazaron con nobles de diversos países y, por ello, algunos son herederos al trono o tienen derecho a un título dinástico.

PRINCESA MEXICANA

          La escritora Elena Poniatowska, de ascendencia polaca, aunque nació en Francia, adquirió la nacionalidad mexicana en 1969. Al nacer adquirió el título de princesa, debido a que su padre fue el príncipe Jean Ciolek Poniatowski, quien descendía de la familia del último rey de Polonia, Estanislao II Poniatowski.
          En la década de 1940, los Poniatiski llegaron a la Ciudad de México. A esta familia de linaje real pertenece Kitzia Nin Poniatowska, sobrina de Elena, quien también se dedica a la literatura.

NOBLE OLÍMPICO

          Durante los Juegos Olímpicos de Invierno en 2010, realizados en Vancouver, Canadá, participó compitiendo por México en el deporte de esquí un príncipe llamado Hubertus Rudolph von Fürstenberg-von Hohenlohe-Langenburg, descendiente de la familia real de Württemberg, un antiguo principado ubicado en la actual Alemania.
          Este deportista de sangre azul nació en la Ciudad de México en febrero de 1959. También es cantante, fotógrafo y empresario. En 1981 fundó la Federación Mexicana de Esquí y en 1984 representó a México en los Juegos Olímpicos de Sarajevo, Yugoslavia.
          La madre de Hubertus Rudolph es la princesa Ira von Fuerstenberg, una noble italo-alemana y sobrina de Gianni Agnelli, el magnate de la marca de vehículos Fiat. El padre es Alfonso von Hohenlohe, quien introdujo el automóvil Volkswagen a nuestro país.
          Según el Comité Olímpico Mexicano, Von Hohenlohe reside en Marbella, en Liechtenstein y, debido a sus actividades, también en Austria, donde es cantante pop y mantiene frecuente contacto en los círculos sociales de Viena.


LA CONDESA MEXICANA

          La mexicana Genoveva Casanova, de profesión modelo, se casó con el conde de Salvatierra, Cayetano Martínez de Irujo, hijo de la Duquesa de Alba. Dos años duró el matrimonio que la convirtió en condesa de Salvatierra, tiempo en que tuvo dos hijos.

SUEÑOS MONÁRQUICOS

          Si bien Maximilien Götzen Iturbide, heredero al Trono de México, no tiene pretensiones de buscar el poder en nuestro país, existen aquí diversos grupos que buscan “la restauración pacífica de la monarquía”.
          En redes sociales se puede encontrar al grupo “Yo apoyo el regreso de la monarquía en México. Viva el III Imperio Mexicano” o también al “Partido Monárquico Mexicano”.
          “Apoyamos el regreso de la Monarquía a México con don Maximiliano von Götzen-Iturbide, actual portador y protector de la Casa Imperial Mexicana, y príncipe imperial de México. En este sitio estamos en favor de la monarquía y de la Casa de Iturbide como única legítima Casa real que puede aspirar al trono de México”, afirman en un sitio de internet con más de cinco mil seguidores.
          “Con el regreso de los emperadores se instauraría la monarquía constitucional... y México poseería la única monarquía del continente y tendría un sistema de gobierno muy parecido al de Reino Unido, España, Noruega, Suecia, Holanda, Bélgica, Mónaco, Luxemburgo o Liechtenstein”, detallan en la web.
          En Facebook y Twitter se pide presionar al gobierno para que sean trasladados los cuerpos de la familia imperial Iturbide y su descendientes a territorio nacional y los restos mortales del emperador Maximiliano y la emperatriz Carlota, para “rendirles los honores merecidos como parte importante de la historia mexicana”.


La Monarquía: Conceptos y recorrido histórico (II)

La Monarquía en la Edad Media

          En la Edad Media europea, la descomposición del Imperio Romano llevó el establecimiento de las monarquías germánicas, fundamentadas en la necesidad de un dirigente militar con autoridad en la época de las invasiones. La civilización urbana clásica se vio sometida a un fuerte proceso de ruralización y descentralización y el modo de producción esclavista se sustituyó por el modo de producción feudal.
          La posterior descomposición del Imperio Carolingio propició en buena parte de Europa Occidental distintas formas de monarquía feudal, mientras que en otras zonas surgían repúblicas en ciudades libres o estados eclesiásticos.
          En Europa Central una serie de dinastías germánicas recreaban sucesivas versiones del Imperio, al tiempo que en Europa Oriental pervivía el Imperio Bizantino, ambos oscilantes entre la teocracia y el cesaropapismo; mientras que el asentamiento de los pueblos eslavos concluyó en la formación de otros reinos.
          La civilización islámica comenzó con un poder político y religioso concentrado en el califato que se disgregó espacialmente, originando una pluralidad de estados que buscaron su legitimación en distintas formas de monarquías, con estructuras más o menos tribales, nacionales o imperiales, ligadas o no a una teórica vinculación familiar con el profeta Mahoma, y complicadas por las violentas intrigas del harén y los numerosos candidatos que la poligamia proporcionaba.
          Las monarquías cristianas europeas eran dinásticas: el hijo mayor o el descendiente varón más próximo heredaban el trono, aunque la dinámica expansiva y agresiva del feudalismo las hacía enormemente cambiantes por las continuas guerras de conquista.
          Obtenían su capacidad militar de los soldados y armas de los señores feudales, con lo que dependían de la lealtad de la nobleza para mantener su poder; y su legitimidad del clero (particularmente la orden de Cluny) encabezado por el Papa. Éste no desaprovechó las ocasiones que se presentaron para propiciar el establecimiento de monarquías independientes eximiéndolas del vasallaje debido al Sacro Imperio Romano Germánico o al reino del que se desgajaran (caso de varios reinos peninsulares, como el reino de Portugal frente al reino de León).
          La “patrimonialización” de la monarquía permitía la división del territorio en caso de herencias y su fusión en caso de enlaces matrimoniales (sometidos a especiales codificaciones -Ley Sálica- y escándalos en caso de disolución o matrimonio morganático), con toda la complejidad institucional y territorial que de ello resultaba, así como los conflictos sucesorios que podían suscitarse con cualquier excusa.
          Otro resultado trascendente fue el alejamiento de las casas reales de los pueblos sobre los que reinaban: tales extremos alimentaban la idea de la diferencia sustancial entre los reyes y el resto de los mortales y el prestigio de su sangre azul, junto con la exhibición ritual (unción real, establecimiento del protocolo de la corte, uso del plural mayestático, administración arbitraria de la gracia y justicia real, espectáculos multitudinarios como los besamanos, etc.).
En los últimos siglos de la Baja Edad Media, con el declive del feudalismo y la aparición de los Estados nacionales en torno a las monarquías autoritarias, el poder territorial se fue centralizando en la figura del Soberano, que no reconocía poderes superiores como habían sido los poderes universales medievales (Papa y Emperador).
          En principio estos gobernantes eran apoyados por la nobleza, por lo que el rey era un primus inter pares (el primero entre iguales), es decir, el rey reinaba en virtud del apoyo de la nobleza. Si el rey no era apoyado por esta clase privilegiada se procedían a los múltiples derrocamientos y guerras civiles entre pretendientes al trono en virtud del respaldo de la nobleza que tuviera cada pretendiente (recordemos los continuos casos de los reyes hispanos).

La Monarquía en la Edad Moderna

          Entre los siglos XVI y XVII, las monarquías aumentaron sus pretensiones de concentración de poder para convertirse en monarquía absoluta: aumentando la centralización, suprimiendo intermediarios entre monarca y súbditos e intentando el ejercicio de un poder sin limitaciones teóricas, con mayores o menores posibilidades de lograrlo. Modelo histórico de ello fue la monarquía borbónica de Luis XIV de Francia, mientras que la monarquía católica de los Habsburgo españoles quedó como modelo de monarquía autoritaria, con pretensiones más limitadas.
          Tanto los abusos de poder como la inadecuación de esas pretensiones a la dinámica económica y social, llevaron a revueltas anti-fiscales, particularismos regionales o bien la insatisfacción creciente de la burguesía. Todo ello contribuyó a la caída de las monarquías absolutas de Europa Occidental tras sucesivos ciclos de revoluciones burguesas o liberales: la Revolución inglesa de 1640-1688 (con un intermedio de Restauración), la Revolución francesa y las guerras de la independencia americana desde fines del XVIII hasta principios del XIX y los ciclos revolucionarios de 1820, 1830 y 1848.
          Estos procesos revolucionarios marcaron hitos en la limitación del poder de los reyes, que procuraba revestir al absolutismo de una justificación ideológica que superaba el derecho divino de los reyes mediante lo que se denominó despotismo ilustrado, vinculado a la ilustrada idea de progreso. En cambio, esa misma forma en Europa Oriental coincidía con el momento de mayor concentración del poder en los reyes, simultáneo a un proceso económico y social de refeudalización, que llevó a la autocracia zarista en Rusia y a la expansión del Imperio Austrohúngaro. 

La Monarquía en la Edad Contemporánea

          La idea moderna de una monarquía limitada constitucionalmente se consolidó con lentitud en la mayor parte de Europa, al tiempo que aparecían las primeras repúblicas europeas modernas. Durante el siglo XIX el poder de los parlamentos crecía al mismo ritmo que disminuía el poder de los monarcas, que se acomodaban a un papel de espejo de virtudes sociales mitad aristocráticas, mitad mesocráticas o burguesas, como el que ejemplificaba la Reina Victoria, incluyendo la doble moral que ha pasado a ser sinónimo de época victoriana. Hubo incluso tronos que se pusieron a subasta y recayeron en el candidato que demostró mayor sensibilidad liberal, como el español durante la revolución de 1868 (en Amadeo de Saboya).
          Otros se escindieron pacíficamente, a iniciativa de sus propios súbditos: el reino de Noruega y el reino de Suecia en 1905. Alguna, como la belga, escindida revolucionariamente en 1830 de la holandesa, se definió como monarquía popular. El caso de disolución más clara fue el de la monarquía francesa, cuyos partidarios, enfrentados y escindidos en orleanistas y legitimistas, fueron incapaces de aprovechar su victoria electoral tras la caída del imperialismo bonapartista (1871), lo que consolidó la III República.


Bibliografía